Como nacimos durante el 'año Quijote', propusimos los cinco fundadores varios nombres y elegimos el defendido por Carmen Bermejo, Fierabrás, porque aquél era el bálsamo que Don Quijote tomaba para vomitar, al igual que nosotros con nuestro teatro, pues pretendemos provocar el
vómito y la catarsis emocional y racional de los espectadores, consiguiendo así la esperada fusión de los que estamos sobre el escenario con la cuarta pared, el público, ese agujero que
respira. Nuestro público, además de respirar, ríe, llora, piensa o se excita, manteniendo siempre sus cinco sentidos a flor de piel.